48 Portraits

Gerhard Richter representó a Alemania en la Bienal de Venecia de 1972. En este contexto de representación nacional, creó una obra que explora la clase de figuras que construye la cultura y se pregunta por las identificaciones y las autorías colectivas en las que nos reconocemos. Tras consultar enciclopedias y libros de historia, seleccionó un conjunto de figuras del pasado cultural europeo. De una primera selección de 270 personas entre filósofos, músicos, narradores, poetas, científicos y naturalistas reconocidos, eligió a 48, todos ellos europeos o norteamericanos nacidos en los siglos XIX o XX. Partiendo de los retratos reproducidos en blanco y negro en los libros de historia, Richter pintó 48 retratos. Con un mismo formato y dimensiones similares, tuvo en cuenta la arquitectura neoclásica del pabellón alemán en Venecia y construyó una instalación que evocaba a un mausoleo. Richter presentó sus retratos colocados en fila, al mismo nivel, y ordenados según la posición de la cabeza de las figuras, con una orquesta de miradas que iba del centro hacia la izquierda y del centro hacia la derecha. Hoy la instalación está expuesta permanentemente en el Museo Ludwig de Colonia, en Alemania.

En el año 1998, 26 años más tarde, Richter revisó la obra y fotografió los retratos que había pintado. La edición de 48 Portraits que forma parte de la Colección MACBA consiste en un facsímil fotográfico de las pinturas realizadas en 1972. En un desplazamiento de género muy propio de este autor, Richter construye una dialéctica con el proceso de representación, que va de la reproducción fotográfica a la pintura y de esta de nuevo a la fotografía.
En la selección de los personajes, destaca la ausencia de mujeres. Y en cuanto a la disposición de los retratos, se han seguido criterios estrictamente formales: José Ortega y Gasset, Manuel de Falla, Gustav Mahler, Jean Sibelius, Igor Stravinsky, Max Planck, Albert Einstein, Paul Valéry, Thomas Mann, John Dos Passos, Graham Greene… Aunque Richter opta por indicar el nombre de las personas retratadas, le importan menos las representaciones individuales que el efecto de conjunto. Aunque es evidente que la ausencia de mujeres refuerza un silencio histórico, no fue un criterio determinante en la selección. Richter tomó otras decisiones como excluir figuras religiosas, políticas y también artistas, en este caso para evitar construir una especie de canon personal de referentes visuales. Los retratos (ya sean pictóricos o fotográficos) se ordenaron según un riguroso principio formal de organización espacial. Para Richter, era importante la postura de la cabeza. El único retrato que muestra una estricta frontalidad es el de Franz Kafka, situado en el centro del conjunto. El resto de los retratos se ordenan en una doble dirección según la direccionalidad de la mirada: hacia la derecha unos y hacia la izquierda los demás en una escala de posturas de cabeza que varían ligeramente de uno a otro.
Richter ha simplificado los fondos y ha buscado figuras con un gran parecido formal. Sigue el modelo de trabajo que aplica a sus “fotopinturas”, un género híbrido de fotografías pintadas en que el artista utiliza un pincel seco sobre la superficie húmeda de la tela para crear un efecto borroso y efímero. Pese a que se trata de personajes conocidos, el conjunto transmite un profundo anonimato. El carácter mayestático de la obra resulta significativo no tanto de nuestro pasado como cultura sino del silencio simbólico del presente. 48 Portraits (1972) se presenta como un mausoleo de una cultura incapaz de dar respuestas al presente.